I
No suelo estar del todo convencida:
que las mentiras tienen patas cortas,
de que la soga, si abusás, se corta,
y de que el Tiempo cure las heridas.
No es cierto (lo he comprobado…)
que edificar sobre la piedra augure
el bienestar ansiado y te asegure
que cierzo y mar no rompan el vallado.
II
No es cierto, y aquí lo digo,
que con los años se borra la huella
de tantos daños que te hicieron mella
mientras marchando, hiciste camino.
No es cierto (prueba he tenido…)
que el agua endulza el llanto derramado,
que Dios devuelve lo que te han quitado
y crucifica el miedo que has parido.
III
No es cierto, doy fe y ¡suscribo!
que al corazón que ha sido atravesado
por el dulzón veneno arrebatado
de la maldita flecha de Cupido,
lo salve el lazo etéreo de la Suerte,
lo sane el brazo férreo del Olvido,
o el oportuno gesto de un Latido,
antes del paso firme de la Muerte.
IV
No adhiero al dicho de que existen rumbos
que garanticen algo en estas pistas,
entonces hago que mi voz insista
en apostar a vivir al segundo.
No guardo en mí la mínima certeza,
de todo dudo con perfil socrático,
y aunque resulte a mi espejo antipático:
yo desconfío hasta de mi nobleza…
Tan sólo afirmo que tengo constancia
de que hay amores más fuertes que el sol,
que no se mueren con la desazón,
ni con el tiempo, ni con la distancia…
No suelo estar del todo convencida:
que las mentiras tienen patas cortas,
de que la soga, si abusás, se corta,
y de que el Tiempo cure las heridas.
No es cierto (lo he comprobado…)
que edificar sobre la piedra augure
el bienestar ansiado y te asegure
que cierzo y mar no rompan el vallado.
II
No es cierto, y aquí lo digo,
que con los años se borra la huella
de tantos daños que te hicieron mella
mientras marchando, hiciste camino.
No es cierto (prueba he tenido…)
que el agua endulza el llanto derramado,
que Dios devuelve lo que te han quitado
y crucifica el miedo que has parido.
III
No es cierto, doy fe y ¡suscribo!
que al corazón que ha sido atravesado
por el dulzón veneno arrebatado
de la maldita flecha de Cupido,
lo salve el lazo etéreo de la Suerte,
lo sane el brazo férreo del Olvido,
o el oportuno gesto de un Latido,
antes del paso firme de la Muerte.
IV
No adhiero al dicho de que existen rumbos
que garanticen algo en estas pistas,
entonces hago que mi voz insista
en apostar a vivir al segundo.
No guardo en mí la mínima certeza,
de todo dudo con perfil socrático,
y aunque resulte a mi espejo antipático:
yo desconfío hasta de mi nobleza…
Tan sólo afirmo que tengo constancia
de que hay amores más fuertes que el sol,
que no se mueren con la desazón,
ni con el tiempo, ni con la distancia…