I
No hay compañía más sabia
que la íntima soledad,
para engendrar voluntad
y desalojar la rabia.
Sin su recóndita savia
el árbol no crecería,
las hojas no nacerían
y menos aún las flores…
(Los más hermosos colores
se gestan sin compañía).
II
Ergo, el mensaje es bien claro:
La savia nutre y asombra
sólo si avanza en la sombra,
hasta volverse un amparo.
La soledad es un faro
que nos da miedo de lejos,
(como todos los espejos)
cuando vemos nuestro rostro,
que a veces se vuelve un monstruo
de aterradores reflejos;
III
y en otras: respuesta clara,
diafanidad, conclusión,
y luz de plena razón
con facultades preclaras.
Mirar nuestra propia cara
tiene una doble resulta:
saber quién detrás se oculta
del cristal silente y cauto…
y vencer el miedo infausto
que en silencio nos insulta.
IV
Un minuto de no hablar,
no siempre es señal de duelo,
sino que implica el consuelo
de volvernos a encontrar
(después de tanto llorar),
y a transigir ¿ por qué no?
con nuestro más hondo yo,
que a pesar de ser un juez,
¡ es el único ! (tal vez...),
que nunca nos traicionó.
La savia nutre y asombra
sólo si avanza en la sombra...