Señor de la Santa Noche,
que vigilas las estrellas,
que das un marco a la luna
y entre sueños, nos contemplas.
Señor, que estás en los Cielos
advirtiendo nuestras huellas,
oyendo nuestros gemidos,
atendiendo nuestras quejas.
Señor, que me ves de sábanas
todas mojadas, cubierta,
con el pelo enmarañado
y la piel como una hoguera.
Son la diez ¡sólo las diez!
y lo escuché abrir la puerta,
acercarse al dormitorio
despacio, por la escalera.
Señor, que mi buen esposo,
no entre directo a esta pieza,
que vaya primero al baño
y cinco revistas lea.
Para que entonces, sin pausa
y con apuro, yo pueda,
hacer salir del ropero
a mi¨ Romeo¨ y él, tenga
moción de extender su vida
y no arriesgar la cabeza...
la chance de un salto triple:
ventana, toldo y vereda.
Por ahora en el ropero…
aguarda en la amarga espera,
anhelando que Dios Santo
tenga piedad del que reza…