¨Tus palabras parecen lluvia de perlas
que en dorada copa
se derrama a torrentes¨
Gustavo Adolfo Bécquer
que en dorada copa
se derrama a torrentes¨
Gustavo Adolfo Bécquer
Está lloviendo a baldazos,
(arrancó a la madrugada...),
el cielo suele jugarme
estas bromitas pesadas.
Y parece que debiera,
o que estuviera obligada,
a vestirme de poeta,
(de poeta salpicada)...
y ponerme a suspirar,
y entrar a enlazar palabras
que tengan que ver con gotas
de rocío becquerianas,
o con cristales mojados
por el caudal de mis lágrimas,
o con paisajes nostálgicos
de amaneceres de plata.
PERO NO, CANEJO, NO.
No pienso escribir del agua
que sella todo los besos
sobre la piel que resbala,
ni del eléctrico impulso
que genera la descarga
más sublime de la historia,
y hace fuego de la nada,
que no se puede apagar
ni abajo las cataratas
de espuma azul estruendosa
del chorro entero del Niágara.
Y , ooooobvio, sobra aclarar
que ya no tengo más ganas
de traslucir en poemas
cuánto y cómo se te extraña…
La lluvia ¡ni se imagina!
con quién libra esta batalla,
nada hay mejor que una mula
con convicción de porfiarla.
Me he calzado auriculares
para evitar escucharla,
y colgué diez reflectores
en el living de mi casa.
Y generé tanta luz,
que ando medio encandilada,
me puse lentes de sol
(igualito que en la playa...)
Así que en tal tesitura,
he cerrado las ventanas,
tengo un broche en la nariz
y estoy dando bocanadas
para que ¡Dios no permita!
que se me filtre en el alma
ese placer del olor
a tanta tierra mojada...
Eso sí... cerré la puerta
para no mirar mi cama,
la trabé con doble llave
y una madera cruzada.
Porque si llego a enganchar
con mis ojos esas sábanas,
te aseguro que consigo
un bote, un velero, un kajak,
y te traigo de los pelos,
maniatado y a la rastra,
y creéme, compañero,
¡que ni el mismo Dios te salva!
Ergo, mejor que se quede
este verso en amenazas,
porque si no, no zafás,
¡ni escondiéndote en el Arca!