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(no tan) BREVE HISTORIA DE UN HOMBRE Y UNA PERRA

En el día internacional de la ¨Mascota en cuatro patas¨, sirva este romancero (cuasi) español, tuneado en el centro oeste santafesino.




Para vos,
que algo sabrás de perras…


Voy contar una historia
que nada ha sido inventada,
y que he sufrido en la piel,
en el pecho y en el alma.
Ésto es verdad, ¡se los juro!
por la salud de la santa
de mi abuela Catalina
(descanse en paz, la finada)

I
Atardecía un febrero
de no muy lejana data,
cuando la vi en mi vereda
buscandomé la mirada.

¿Qué hace una perra en mi puerta,
con nombre y acollarada?
Si esta perra tiene dueño…
¿Qué quiere frente a mi casa?

Me paré muy pocas veces
a mirar por la ventana,
pero cerraba al ratito
y prefería ignorarla.

Repetí frunciendo el ceño:
-¿Qué anda buscando?¿Qué pasa,
que hay una perra con dueño
en el umbral de mi casa?

¿Será porque no la cuidan
como debieran cuidarla?
¿Será porque tiene hambre,
que viene por mis migajas?

¿O simplemente será
que toda perra escapada,
come con más apetito
fuera que dentro de casa?

II
La echaba infinitas veces,
pero volvía a la carga,
pasando noches enteras
esperando que le abra.

Jamás la movió un centímetro
la tierra arremolinada
(que en este sur polvoriento
tapa de tierra hasta el alma)

Resistió el frío, el granizo,
y las lluvias prolongadas,
el sol del pleno verano
y la brisa huracanada.

Le daba leche con hiel
y tachuelas estofadas,
carne con vidrio molido
y veneno para ratas.

Pero la perra seguía
entera y ¡como si nada!
desbaratando mi intento
de que se rinda y se vaya.

Con fiebre y retorcijones
gemía por dos semanas
y después volvía a mi puerta,
sin que le tiemble una pata.

Ya lo decía mi tía
Margarita, con voz sabia,
¨que hay perras de tal porfía
que más pateás, más se empacan.¨

III
Alguna siesta dejé
que me lamiera las palmas,
que me moviera la cola,
que me rozara la espalda,

que se acueste entre mis piernas
al costado de la cama,
para hundirme su hociquito
mientras gruñía y jadeaba.

No digo que fue un suplicio
o que nunca me gustara…
(cuesta poco hacer feliz
a aquél que anheloso anda)

Pero a este tipo de perras
mejor restarles confianza,
(porque les diste la mano,
y hasta el pescuezo te agarran)

¡Si sabré yo de estas perras!
(ya tuve varias en casa)
y crean lo que les digo:
con esa muestra me basta.

Si te quemaste con leche,
llorás al ver una vaca.
Si te mordieron tres perras,
ves una perra y te espanta.

Por eso hoy busco otra cosa
(sin ir más lejos…) las gatas…
que serán más peligrosas,
pero no tan complicadas.

IV
Un día salí a la calle
¿y la perra? ya no estaba…
suspiré con cierto alivio
(y un poquito) de nostalgia.

No sé si encontró otra puerta.
No sé si volvió a su casa.
Quizás alguien más le abrió
y me borró de su mapa.

Y hoy, que se fue, les confieso
que en algunas tardes cálidas
me acuerdo (bastante) de ella…
que ya no aúlla, ni ladra,

ni me sacude la cola,
ni me relame las palmas,
ni me roza con su pelo
(casi jugando) la espalda.

Si alguno la hubiera visto,
no estaría mal, que pensara,
que a juzgar por sus mohines,
esa bestia me adoraba…

Hay perras que cuando están,
rezás para que se vayan,
y cuando ¡al fin se evaporan!
sin querer, se las extraña.

Por lo que (aquí entre nosotros…)
-casi- todas las mañanas
me asomo – discretamente-
al borde de mi ventana,

y así, me quedo mirando,
hasta que el lomo se cansa,
por si esa perra algún día
volviera a buscar mi casa.

Hay perras que cuando están,
rezás para que se vayan,
y cuando ¡al fin se evaporan!
sin querer, se las extraña…

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POEMA REDUNDANTE

¨Es mejor ser rey de tu silencio, que esclavo de tus palabras¨ William Shakespeare Mule City,  25 de junio de 1612 ______________________  I ¿Qué más debiera decir que ya no te hubiera dicho? ¿Qué más podría escribir que todo lo que te he escrito…? ¿...? Va casi un lustro, y es claro que no se ha inventado el río capaz de apagar el fuego, cuando ese fuego es divino. Que no hay tormenta ni obstáculo, pantano, muralla, sismo que logre desenraizar la fibra de este amor mío. Un árbol que mal nació intrincado y retorcido, no siempre amaina su fuerza por haber errado el tino; al contrario, más se prende, multiplicando los bríos y extendiendo sus raíces a niveles infinitos. II ¿Qué más debiera decir que ya no te hubiera dicho? ¿Qué podría sorprenderte…? ¡Con todo lo que te he escrito! ¿...? No he escatimado recursos, imágenes, cartas,  libros, sitios web, redes sociales, para mostrarte con signos, mi franca moción de entrega, mi volcán de desatinos, mi corazón en bandeja, mi vendaval

UNA EXCEPCIÓN

  Yo que a nadie denuncio. Yo que no rezo. Que no pongo las manos en el fuego. . Yo que en nada milito. Yo que no apuesto ni vida ni tesoros a ningún credo. . Yo que marcho en contrario a los supuestos. Yo que hago apología del desacierto. . Que en la lid de los héroes no aspiro a un puesto. Que si veo Molinos no los enfrento. . Que en las tierras del justo no hago cimientos. Y que olvido las líneas del padrenuestro. . Yo que escondo la mano. Y no doy el ejemplo. Y no impugno ni afirmo. Y no corro, ¡vuelo! . Que abandono en mitad de la guerra a mi ejército. Y que niego tres veces, como Pedro. . Que trafico emociones a sobreprecio. Que jamás me pronuncio ni me juego. . Que no tengo bandera. Ni conciencia. Ni méritos. Pongo el dedo en los clavos y no creo. . ¿ Y si juro que sumo ? ¡ Resto ! . ¿ Y si digo que voy ? ¡ Vengo ! . . Yo, vacía de gracia. Yo que no intento modificar el mundo, ni protegerlo, . . hubiera dado todo 《lo que no tengo》 por oír(te) decir(me) Te quiero. . . . . . . . .