Si observamos desde un terraplén al vagón de un tren que marcha a velocidad constante y desde el mismo se deja caer una piedra sin darle impulso, veremos que ésta realiza antes de llegar al suelo una trayectoria curva (en forma de arco, de parábola); en cambio, aquél que la arrojó desde el tren considerará que cayó en línea recta.
La pregunta es ¿Cuál es la verdad?
La respuesta es que ambas verdades son válidas, ya que según sea el punto de referencia (terraplén o vagón) la trayectoria será distinta.
Albert Einstein
La pregunta es ¿Cuál es la verdad?
La respuesta es que ambas verdades son válidas, ya que según sea el punto de referencia (terraplén o vagón) la trayectoria será distinta.
Albert Einstein
Ella viaja en un tren vertiginoso
con destino final a Ningún Lado,
y el paisaje que emerge en el costado
no parece moverse, receloso
como un tenue trasunto de postal
con el viso de un pueblo fantasmal.
Él se sienta en un banco, ve pasar
por las vías un tren vertiginoso
como quién mira el manto generoso
de la lluvia al caer y burbujear.
Se le ocurre que el tren no tiene fin
ni principio, ni rumbo, ni destín *.
Algo ocurre. No fue planificado
ni intuido: dos almas se descubren.
Las miradas se cruzan. No se cubren
de dolor ni de lágrimas. Han dado
sin saber ni querer con un tesoro
Mil y Un veces más próvido que el oro.
La pintura se tiñe de colores.
Hay un nuevo prodigio. Ya no hay grises,
en razón de una de salva de matices
que provocan sublimes esplendores.
Hay un flash y hay un ángel invisible
que captura el instante irrepetible.
Ella atina a bajar con la implicancia
que saltar al vacío supondría.
Él intenta correr junto a la vía
sin medir la premura y la distancia.
Ella aborta su plan por no estrellarse.
Él resigna (quizás por no matarse).
Pero el tren no detiene su carrera
confirmando el por qué de la teoría.
Y en la eterna y veraz fotografía
despojada de luz y primavera:
ella espera sentada sobre el tren
que él la mire, varado en el andén.
Ella viaja en un tren vertiginoso
con destino final a Ningún Lado
Él se sienta en un banco, ve pasar
por las vías un tren vertiginoso
Algo ocurre. No fue planificado
ni intuido: dos almas se descubren
Ella aborta su plan por no estrellarse
Él resigna (quizás por no matarse)
con destino final a Ningún Lado,
y el paisaje que emerge en el costado
no parece moverse, receloso
como un tenue trasunto de postal
con el viso de un pueblo fantasmal.
Él se sienta en un banco, ve pasar
por las vías un tren vertiginoso
como quién mira el manto generoso
de la lluvia al caer y burbujear.
Se le ocurre que el tren no tiene fin
ni principio, ni rumbo, ni destín *.
Algo ocurre. No fue planificado
ni intuido: dos almas se descubren.
Las miradas se cruzan. No se cubren
de dolor ni de lágrimas. Han dado
sin saber ni querer con un tesoro
Mil y Un veces más próvido que el oro.
La pintura se tiñe de colores.
Hay un nuevo prodigio. Ya no hay grises,
en razón de una de salva de matices
que provocan sublimes esplendores.
Hay un flash y hay un ángel invisible
que captura el instante irrepetible.
Ella atina a bajar con la implicancia
que saltar al vacío supondría.
Él intenta correr junto a la vía
sin medir la premura y la distancia.
Ella aborta su plan por no estrellarse.
Él resigna (quizás por no matarse).
Pero el tren no detiene su carrera
confirmando el por qué de la teoría.
Y en la eterna y veraz fotografía
despojada de luz y primavera:
ella espera sentada sobre el tren
que él la mire, varado en el andén.
Ella viaja en un tren vertiginoso
con destino final a Ningún Lado
Él se sienta en un banco, ve pasar
por las vías un tren vertiginoso
Algo ocurre. No fue planificado
ni intuido: dos almas se descubren
Ella aborta su plan por no estrellarse
Él resigna (quizás por no matarse)