I
Nuestro interior es el más cruel espejo.
Es quién devuelve lo que más tememos.
Es el que sabe todo lo que hacemos
y el que no guarda / un solo reflejo,
aunque intentemos dorar el pellejo
para no ver la sombra que amenaza,
y no quedar desnudos de coraza
toda ocasión que frente a sus cristales
nos echa encima un millón de puñales
con ese afán que embate y despedaza.
II
Nuestro interior es el más frío juez;
el que nos dicta sentencia sin juicio,
el que denuncia con cero prejuicio
nuestro terror de derecho y revés;
y el que nos hunde en el barro después
de habernos dicho lo que no queremos
oír jamás, y lo que no podemos
tapar con risas o con maquillaje,
disimular coloreando el paisaje
o disfrazar aunque nos esforcemos.
III
Él es quien ruge el amor verdadero,
el odio interno, la mierda escondida,
la frustración, la esperanza perdida;
y el nombre claro, preciado y certero
de quien nos quita el sueño y el sentido,
y que un maldito azar nos ha prohibido
gritar sin trámite a los cuatro vientos,
pintar con letras grandes y sin cuentos
sobre el azul del cielo amanecido.
IV
Nuestro interior también es el hermano
que va a salvarnos del abismo inmenso,
y va a guiarnos por el bosque denso
hacia el camino más cierto y más sano.
Es el que seca nuestro llanto en vano,
y el que nos tiende la mano si ve
que hemos perdido el ímpetu y la fe,
a fuer de tanto andar contra corriente,
y por remar subiendo en la pendiente
tras perseguir quimeras.- Sólo sé
V
que frente a él no sirven las historias,
la utilería, las bombas de humo,
ni mi antifaz; y en este verso asumo:
que no le puedo hacer pasar por glorias,
ni por un haz de estúpidas euforias,
todas las penas que voy acopiando,
y el fuego interno que me está quemando
en un infierno sublime de amor,
que no imagino más abrasador
ni con el Diablo la hoguera avivando...
VI
Nuestro interior, en fin, es La Mitad
en quien tendremos que ensamblar (con suerte)
antes de dar -del brazo de la Muerte-
el paso último hacia la Verdad.
Y a quién pedirle que a su voluntad,
nos haga ser más sabios, nos alerte
ante cualquier abismo, y nos liberte
de la anteojera de la vanidad.
No hay reto igual que enfrentarnos a él,
ser dos amigos en buenas y malas
e ir avanzando de menos a más;
unidos siempre de un fino cordel,
como si fuéramos hijos de Palas
buscando juntos un poco de paz.
Nuestro interior es el más cruel espejo.
Es quién devuelve lo que más tememos.
Es el que sabe todo lo que hacemos
y el que no guarda / un solo reflejo,
aunque intentemos dorar el pellejo
para no ver la sombra que amenaza,
y no quedar desnudos de coraza
toda ocasión que frente a sus cristales
nos echa encima un millón de puñales
con ese afán que embate y despedaza.
II
Nuestro interior es el más frío juez;
el que nos dicta sentencia sin juicio,
el que denuncia con cero prejuicio
nuestro terror de derecho y revés;
y el que nos hunde en el barro después
de habernos dicho lo que no queremos
oír jamás, y lo que no podemos
tapar con risas o con maquillaje,
disimular coloreando el paisaje
o disfrazar aunque nos esforcemos.
III
Él es quien ruge el amor verdadero,
el odio interno, la mierda escondida,
la frustración, la esperanza perdida;
y el nombre claro, preciado y certero
de quien nos quita el sueño y el sentido,
y que un maldito azar nos ha prohibido
gritar sin trámite a los cuatro vientos,
pintar con letras grandes y sin cuentos
sobre el azul del cielo amanecido.
IV
Nuestro interior también es el hermano
que va a salvarnos del abismo inmenso,
y va a guiarnos por el bosque denso
hacia el camino más cierto y más sano.
Es el que seca nuestro llanto en vano,
y el que nos tiende la mano si ve
que hemos perdido el ímpetu y la fe,
a fuer de tanto andar contra corriente,
y por remar subiendo en la pendiente
tras perseguir quimeras.- Sólo sé
V
que frente a él no sirven las historias,
la utilería, las bombas de humo,
ni mi antifaz; y en este verso asumo:
que no le puedo hacer pasar por glorias,
ni por un haz de estúpidas euforias,
todas las penas que voy acopiando,
y el fuego interno que me está quemando
en un infierno sublime de amor,
que no imagino más abrasador
ni con el Diablo la hoguera avivando...
VI
Nuestro interior, en fin, es La Mitad
en quien tendremos que ensamblar (con suerte)
antes de dar -del brazo de la Muerte-
el paso último hacia la Verdad.
Y a quién pedirle que a su voluntad,
nos haga ser más sabios, nos alerte
ante cualquier abismo, y nos liberte
de la anteojera de la vanidad.
No hay reto igual que enfrentarnos a él,
ser dos amigos en buenas y malas
e ir avanzando de menos a más;
unidos siempre de un fino cordel,
como si fuéramos hijos de Palas
buscando juntos un poco de paz.