I
Va el barrilete en su convencimiento
de que es un pájaro en un vuelo franco,
confunde el fleco azul, plateado y blanco
con alas prestas desafiando el viento.
Se enfrenta al sol sin miedo ni lamento,
y eleva el porte sin medir el flanco,
como si fuera artífice de un zanco
que gana altura mágica y portento.
Es un mohín de luna, es un querube
fanfarroneando en pistas de zafiro.
Se ve al espejo en un cristal de nube,
garabateando versos con el tiro
que le permite el juego. Brinca. Sube
hasta creer que es cierto tanto giro…
O yo deliro…
o el barrilete (pobre...) no comprende
que vos regís su curso y que depende
II
de la destreza de tu mano fuerte.
Te debe toda su existencia y reza
para que evites que en una torpeza
la libertad lo empuje hacia la muerte.
Y que un mal día libres a su suerte
ese falaz bastión de ligereza,
dando tu espalda sin mediar flaqueza
a su banal acción, sin detenerte.
Pasando entonces (vaciado de gloria)
de ser estrella a ser un estrellado,
sin dejar huella, rastro ni memoria
por haber sido y por haber estado
tocando el cielo en medio de una historia
que lo mantiene a tu albedrío atado.
Él te ha rogado...
que no lo dejes ir del mar al filo;
y por piedad ¡no le cortes el hilo!
Va el barrilete en su convencimiento
de que es un pájaro en un vuelo franco,
confunde el fleco azul, plateado y blanco
con alas prestas desafiando el viento.
Se enfrenta al sol sin miedo ni lamento,
y eleva el porte sin medir el flanco,
como si fuera artífice de un zanco
que gana altura mágica y portento.
Es un mohín de luna, es un querube
fanfarroneando en pistas de zafiro.
Se ve al espejo en un cristal de nube,
garabateando versos con el tiro
que le permite el juego. Brinca. Sube
hasta creer que es cierto tanto giro…
O yo deliro…
o el barrilete (pobre...) no comprende
que vos regís su curso y que depende
II
de la destreza de tu mano fuerte.
Te debe toda su existencia y reza
para que evites que en una torpeza
la libertad lo empuje hacia la muerte.
Y que un mal día libres a su suerte
ese falaz bastión de ligereza,
dando tu espalda sin mediar flaqueza
a su banal acción, sin detenerte.
Pasando entonces (vaciado de gloria)
de ser estrella a ser un estrellado,
sin dejar huella, rastro ni memoria
por haber sido y por haber estado
tocando el cielo en medio de una historia
que lo mantiene a tu albedrío atado.
Él te ha rogado...
que no lo dejes ir del mar al filo;
y por piedad ¡no le cortes el hilo!