Cuidate del agua mansa.
De una flama que se extingue.
De una mujer que se rinde.
Y de un volcán que descansa.
Del enemigo que transa.
De la tropa que repliega.
De la que nunca se niega.
Y del mar que se remansa.
De una yegua con el freno.
De los panales vacíos.
De la quietud de los ríos.
Y de un discurso sereno.
Del alud que aún no se gesta.
Del huracán que se ha ido.
Del perro que está dormido.
Y de un ¨O.k...¨ por respuesta.
Cuidate, en fin, de estas cosas,
que aunque de inocuas se vistan,
es posible que revistan
consecuencias peligrosas…
¡Cuidate! del agua mansa.
De una flama que se extingue.
De una mujer que se rinde.
Y de un volcán que descansa.
La Prudencia así lo exige,
durante, antes… después…
Cuidate, y si no querés,
no digas que no te dije.
De una flama que se extingue.
De una mujer que se rinde.
Y de un volcán que descansa.
Del enemigo que transa.
De la tropa que repliega.
De la que nunca se niega.
Y del mar que se remansa.
De una yegua con el freno.
De los panales vacíos.
De la quietud de los ríos.
Y de un discurso sereno.
Del alud que aún no se gesta.
Del huracán que se ha ido.
Del perro que está dormido.
Y de un ¨O.k...¨ por respuesta.
Cuidate, en fin, de estas cosas,
que aunque de inocuas se vistan,
es posible que revistan
consecuencias peligrosas…
¡Cuidate! del agua mansa.
De una flama que se extingue.
De una mujer que se rinde.
Y de un volcán que descansa.
La Prudencia así lo exige,
durante, antes… después…
Cuidate, y si no querés,
no digas que no te dije.